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Fontanales, el pueblo fantasma

Más de 150 personas evacuadas por el incendio en los altos de Moya se trasladan al Polideportivo del municipio donde se reparten comida, medicamentos y camas

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Incendio desde Moya: Daños y avance de las llamas

El viento sopla con cierta energía haciendo bailar a las banderolas entre los edificios blancos del pueblo que lleva días inmerso en sus fiestas patronales en honor a San Bartolomé. En una situación normal, la música y el barullo serían la melodía que impregnaría el caluroso ambiente que, apenas 24 horas antes, era festivo. Sin embargo, la imagen es muy distinta. Fontanales parece un pueblo fantasma en el que el sonido de sirenas y helicópteros ha sustituido a la algarabía popular a marchas forzosas. Y es que las llamas del incendio que se originó el sábado a media tarde están demasiado cerca, tanto que por momentos se puede vislumbrar el naranja entre los árboles y la nube negra que ondea sobre el pueblo cuyo casco también tuvo que ser evacuado durante la madrugada.

El Polideportivo Municipal de Moya se convierte en el refugio de unas 150 personas de los pagos colindantes que tuvieron que dejar sus hogares debido al ritmo al que avanzaba el fuego. Los primeros en tener que hacerlo fueron los residentes de Aguas de Fontanales y Lomo El Marco que recibían a las cinco de la mañana el aviso. Les seguían pocas horas después los vecinos del casco y de Hoyas del Cavadero y, en último lugar, los del Barranco del Pinar, Camino Lomo Rivero y Cuevas de Fontanales. Tan solo El Tablero escapaba a esta medida hasta que a última hora de la tarde también se tuvo que proceder al desalojo, según explicó el alcalde de la villa, Raúl Afonso, quien ayer lamentaba un estreno como regidor local como el que ha tenido. "Es una pena, pero al final estas cosas no dependen de nosotros", señala con casi todo un día en el cuerpo de movilizaciones.

Él mismo se encontraba disfrutando de las fiestas de Fontanales cuando se enteró de lo ocurrido. A partir de ahí fue un no parar. La primera medida fue la suspensión de los actos previstos tanto para la noche del sábado como para la del domingo. Una acción preventiva que, en cualquier caso, se habría convertido necesaria dado el giro de los acontecimientos. "Anoche [por la del sábado] parecía que no iba a afectar tanto, pero como a las cuatro de la mañana cambió la dirección del viento y hubo que empezar a sacar a los vecinos", recuerda el alcalde.

La situación es complicada y en el polideportivo, que tiene capacidad para acoger hasta 300 personas, son conscientes de ello. "No piensas que te vaya a tocar a ti salir con lo puesto", cuenta Ángeles Pérez. Sentada en la entrada del enclave municipal junto a otras vecinas, lleva consigo lo poco que atinó a coger cuando saltó la alarma. "Cogí la caja de cigarros, el móvil y el cargador y me marché", explica. Con esa ya era la segunda vez que lo hacía ya que a las 23.00 horas del sábado decidió marcharse por iniciativa propia ante el temor de que se acercase el fuego. "Pero como vi que empezaba a caminar para atrás regresé a casa hasta que a las cinco de la mañana ya nos dijeron que nos teníamos que marchar". Ella no se lo pensó. Cerró la puerta de su hogar y también de su negocio que, precisamente, es la tienda del pueblo, y se dirigió hacia Moya. "La verdad es que aquí nos están tratando estupendamente y por comer nos hemos comido hasta la comida del bautizo que se iba a celebrar hoy [por ayer] y que no se ha podido hacer", comenta poniendo una pizca de humor a un suceso sin precedentes.

Y es que aunque no es el primer incendio que da en la zona ninguno de los presentes recuerdan que Fontanales tuviera que ser evacuado. "Antes, el cura, don Juan Díaz, tocaba las campanas, porque no había otra cosa, y la gente salía con sachos para atajar el fuego", rememora José Quintana, más conocido como Pipo 'el de la burra de Fontanales', donde vive desde que nació y de eso hace ya 79 años. "Allí me bauticé, hice la comunión, me confirmé y me casé y a los cincuenta años me volví a casar y encima con la misma mujer", bromea quien asegura que desde que tuvo conocimiento del incendio estuvo al tanto "por si tenía que ayudar a algún vecino".

Por el mismo motivo tampoco pegó ojo en toda la noche, "subiendo y bajando a la azotea" para controlar el movimiento de las llamas. Fue por la mañana cuando ocurrió lo inevitable: su mujer, Francisca Castellano y él tenían que abandonar el pueblo junto con el resto de sus residentes. Lo hicieron con lo puesto, pero antes, Pipo encontró la forma de bajar al terreno en el que tiene, además de a la burra Matilde a "cuatro cabras, una baifa y un macho, más de 60 gallinas en gallineros, dos perras, dos perros y unos 14 gatos" a los que dejó en un terreno donde cree que "no les pasará nada porque no hay maleza alrededor". Aún así, su pensamiento está con los animales hasta tal punto que, aunque se marchará a dormir a la casa de una de sus hijas, tiene previsto continuar todo lo que pueda en el polideportivo para ver si les dan permiso para ir a darles de comer.

La preocupación también se palpa en el rostro de Francisco Díaz González. No es para menos ya que en el Cortijo de las Hoyas dejó atrás 22 cabezas de vacuno, 150 ovejas y varios perros. "Antes de marcharme saqué las vacas que pude y las dejé en un terreno arado, pero el problema es el calor y el humo, aunque así al menos tienen una posibilidad", señala este ganadero y agricultor que también pasó la madrugada del domingo en vela. "Mi hermano, mi sobrino y yo estuvimos toda la noche raspando el monte para dejarlo limpio y menos mal que el viento iba para atrás, porque si lo llega a hacer en la otra dirección no habríamos podido", asevera quien no puede evitar preguntarse si cuando regrese a casa encontrará a ganado vivo.

"El problema es que hay mucha maleza en el campo porque ya no se limpia nada. Antes, la gente podía tener dos becerrillos y eso, quieras o no, ayudaba a limpiar, pero ahora las normativas son tan estrictas que la gente ha dejado de tener animales", se lamenta Teófilo Pérez. Él también es vecino de siempre de Fontanales donde, además, ostenta el cargo de secretario de la comisión de fiestas que decidieron suspender junto con el Ayuntamiento para evitar correr riesgos.

"Para la noche [del sábado] estaba prevista la verbena con la actuación del grupo Aseres", relata Pérez. En cambio lo que tuvieron fue una intensa noche de guardia hasta que llegó el momento de avisar a los vecinos y ayudarles, en el caso de los más mayores, a subirse a la guagua que el Consistorio puso a disposición para el traslado hasta Moya. "La gente estaba con mucha resignación por tener que abandonar sus casas y animales", cuenta el secretario de la comisión de fiestas que precisamente ayudó a llevar a algunas cabras y vacas en furgones hasta el recinto en el que se celebra la feria de ganado para ponerlas a salvo.

Todo sea por echar una mano en unos días tan duros, especialmente para aquellos que han tenido que dejar atrás sus hogares. "Porque el ladrón entra y se lleva parte, pero no todo. El fuego, sin embargo, se lo lleva todo", apunta José Quintana en la entrada del polideportivo donde también se trasladó personal municipal, así como empresarios y particulares que no dudaron en ayudar con comida, enseres y medicamentos. Una solidaridad agradecida por los más afectados por el incendio que a partir de la pasada noche comenzó a abalanzarse con mayor fiereza sobre Fontanales. Al cierre de este periódico fuentes municipales confirmaban que estaba a escasos metros del cementerio del pueblo.

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